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martes, 17 de mayo de 2011

"INDIGNAOS", de Stéphane Hessel

NO ES LO HABITUAL, que un libro o librito de 12 páginas (sin el prólogo) tenga la tan inmediata y extraordinaria repercusión que ha tenido en nuestro país este texto de Stéphane Hessel. Tampoco es frecuente que una publicación se traduzca a 23 idiomas al poco de su primera edición, ni que se convierta en una referencia tan unánime para tantas personas de tan diferentes sitios. Lo cierto es que ya es un clásico, un texto de lectura obligada, quizá imprescindible para entender algo. En cualquier caso, de cultura general, podríamos decir. Al igual que en el pasado lo fue, por ejemplo, la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Hessel ya formaba parte, por cierto, del equipo que redactó dicho documento en 1948. Sin duda, conoció bien el proceso y el desenlace que finalmente tuvo aquél ilusionado inicio del pasado siglo XX. José Mª de Areilza lo cuenta muy bien en su libro “PARÍS de la Belle époque”, en lo que devino aquella alegría con la que Europa, particularmente Francia, recibió al nuevo siglo. La celebración y los fastos rutilantes estaban justificados, realmente empezaba una nueva era: la de los grandes negocios. Además, con barra libre. En época de "a mejores tecnologías: mayores tropelías"; o también "a río revuelto: saqueo del Tercer Mundo"... Como es bien sabido, la inauguración del nuevo siglo fue también uno de esos raros momentos de fascinación colectiva. Con epicentro en el París de 1900 que, tras su acelerada modernización y electrificación, celebraba nada menos que Exposición Universal con JJ. OO. incluidos. Pasmaditos por toda Europa, con el progreso industrial que se abría paso de forma arrolladora: la máquina de vapor, el ferrocarril, la electricidad, los avances de la sanidad, las comunicaciones, el transporte… Y todos con la esperanza o barrunto de una nueva Era; con una fe ciega en el progreso y en que se derramaría -prontamente- un maná abundante y duradero para todos. Después de aquellas alegrías y esperanzas, nada presagiaba las grandes hecatombes que se iban a producir… Sorprende hoy, felizmente, el contraste de ese pasado reciente con los inicios bien distintos de nuestro siglo XXI. Si ayer fue la alegría convertida en catástrofe: hoy es otra cosa la que alumbra otras esperanzas. Sólo que ahora nos urge un poco... (y al planeta, ni te cuento).


-El prólogo de José Luis Sampedro lo puedes leer en PERIODISMUHUMANO: http://www.attac.tv/altermedia/2011/05/1791



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