Ejecutivos de Finsa y Televés confiesan en un foro empresarial sus tribulaciones ante la crisis. “Hemos perdido el 50% del mercado”, admite la maderera
XOSÉ HERMIDA Santiago 12 NOV 2013 - 00:55 CET
“Nos hemos desnudado en público”, confesó, al acabar su intervención, José Carballo, director general de Finsa. Y no estaba exagerando. Fue una especie de informe forense —un relato crudo por momentos, repleto de franqueza y con algunas observaciones bastante heterodoxas tratándose de un foro empresarial— con el que el principal ejecutivo de la empresa maderera compostelana explicó las calamidades que ha sufrido en los últimos años. A Carballo y al director general de otra empresa compostelana, la tecnológica Televés, Jorge Lorenzo, los invitó el Consejo Empresarial de la Competitividad (CEC), el así llamado think tank de las 18 mayores compañías españolas, para que expusiesen este lunes el modo en que están afrontando la crisis. En el auditorio se encontraban, entre otros, el presidente de Telefónica y del CEC, César Alierta; la conselleira de Traballo, Beatriz Mato, y algunos destacados empresarios gallegos. Aunque Alierta se había esforzado por teñir de optimismo su mensaje, los representantes de Televés y Finsa, muy especialmente este último, no ahorraron el relato de sus miserias.
José Carballo no perdió ni un minuto en irse por las ramas. Alierta había proclamado poco antes que la crisis en España “se ha acabado”, argumento que retomó el director general de Finsa con términos bien distintos: “Parece que se acabó la guerra. Ha sido muy cruenta. Nosotros hemos perdido entre el 50% y el 60% del mercado. Hemos amputado ramas de actividad y cerrado líneas industriales. Y ahora viene la posguerra. Pero seguimos vivos”. Con un mercado que se centraba sobre todo en la Península Ibérica, muy dañado por la crisis de la construcción, la industria de derivados de la madera — sobre todo tableros— que fundó en 1931 el empresario compostelano Manuel García Cambón, cerró el ejercicio de 2012 con pérdidas de más de 13 millones de euros. En ese ejercicio presentó un ERE temporal que ha afectado a 1.350 trabajadores de sus cuatro plantas gallegas. “Lo peor”, relató Carballo, “vino cuando hubo que mirarles a la cara a muchos compañeros y decirles que ya no había trabajo para ellos”. En su relato no faltó una dura autocrítica: “El éxito nos llevó a perder frescura. Centralizamos demasiado las decisiones. Nos burocratizamos. Estuvimos más pendientes de organizar nuestros turnos de trabajo y de libranzas que de atender a las necesidades del mercado y de los clientes. Nos olvidamos que son ellos quienes pagan nuestras nóminas”.
Carballo dejó claro que Finsa es una ahora “una empresa más viable, capaz de adaptarse a lo que va a venir” y que trata de salir del hoyo con nuevas estrategias como alianzas en el exterior con fabricantes de productos complementarios a los suyos. Y dejó un par de reflexiones. Señaló que las relaciones sindicales dentro de las empresas están “demasiado ideologizadas”, aunque de inmediato apostilló que para acabar con eso “no ayudan mucho algunas declaraciones de dirigentes de la parte empresarial”. En contra de esas opiniones tan frecuentes en miembros de la patronal, Carballo advirtió: “No es sostenible ni viable hacer descansar la competitividad de los negocios en bajar los salarios. Tiene que ser un esfuerzo común y compartido, sino seremos incapaces de atraer talento”. Al mismo tiempo, no dejó de manifestar que tampoco “es posible aumentar salarios y distribuir riqueza si previamente no hemos generado competitividad en nuestros negocios”.
Jorge Lorenzo, de Televés, fue menos crudo en su análisis, sin dejar de reconocer las dificultades. Destacó que su grupo, con 20 sociedades, factura 180 millones de euros al año y mantiene una plantilla de 800 trabajadores, el 25% fuera de España. La venta de sus productos, muy vinculados a la televisión —descodificadores y antenas, entre otros— dependía en buena medida del mercado de vivienda nueva, pero ese golpe se compensó con el apagón analógico en España, que obligó a renovar los aparatos en miles de hogares. La compañía acaba de abrir nuevas divisiones del negocio en Estados Unidos, Alemania y Polonia, y pronto lo hará en Rusia. Con todo, Lorenzo reclamó “sentidiño” para no cegarse ante el nuevo furor por las exportaciones: “Actuaciones poco pensadas han llevado a grandes problemas a empresas muy serias”.