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sábado, 26 de julio de 2025

Adiós al Café Central

Sííí, gracias Vicent, lo vi en EL PAÍS ayer o anteayer, una pena. Remueve muchos recuerdos, de las veces que lo disfrutamos, viviendo yo en Madrid y también después. Templo del buen jazz, siempre gente de mucho nivel. También pasó por allí Javier Krahe (qepd), con lo suyo. 
Antes de éste, -acuérdate-, fueron el WiSHKY JAZZ y el BALBOA JAZZ, en la c/ Núñez de Balboa. En el WISHKY fue donde vimos a Lou Bennett con un batería estratosférico (Billy Brooks): no necesitaban más para extasiar. En ambos sitios desfiló también la flor y nata, en esos inolvidables y madrileños años, especialmente del '74 al '79. Fue una conmoción permanente y una segura fuente de gozo; junto con los conciertos (¡gratuitos!) de los lunes en la magnífica sala del edificio de "La Unión y El Fenix" en La Castellana, y sin olvidar lo mucho que entonces ofrecían los Colegios Mayores, (también cine y teatro), de los que éramos asiduos; el S. Juan, el Loyola... Suerte que tuvimos de disfrutar de tanto por tan poco: Lou Bennett, Tete Montoliú, Pedro Iturralde, Horacio Icasto, Dona Haigtower, Tatsu Aoki, guitar japonés afincado en Madrid, al igual que el malogrado ¡David Thomas! contrabajista americano de la Sinfónica de RTVE: gran músico y animador del jazz madrileño que murió joven de cáncer... y tantos otros que no recuerdo. Con Lou Bennett tuve una historia bonita, pues me dio -sin yo pedírsela- su dirección de París, que aún conservo. Fue un verano en que coincidimos, por amigos comunes, en Cambrils... donde estuvo varios años en un garito del paseo marítimo deleitando a propios y extraños. Bastantes años después, vino a Guadalajara. Primero en el kiosko de La Concordia y otra más tarde en el Moderno, con un joven guitarrista valenciano (Ximo Tebar) que me pareció cañero por demás y no tanto el guitarrista clásico de jazz que cabía esperar: a lo Joe Pass, Kenny Burrell, Jim Hall, Pat Martino... No obstante la cosa fue de "buen chorro, buen color", que diría el urólogo. Aquí era otro Bennett, experimental y distinto; ya mayor, delicado y mermado, pues salió con un aparato respirador y tubos a la nariz. La posterior y última vez fue en el Parador de Sigüenza, también con el aparato médico... Fuimos toda la familia y yo volví triste: como me temía, murió poco después. Fue un  genio indiscutible, hombre humilde y bueno. Era increíble su maestría: ¡lo que sacaba de esa extensión de su cuerpo (y alma) que para él era su órgano Hammond! Con manos y pies. "Este no pisa una mierda", decíamos entonces con el humor del respeto y el asombro.