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lunes, 24 de marzo de 2025

La semana internacional por Andrés Gil

 La OTAN es una alianza militar cuyo comandante en jefe está en la Casa Blanca y cuyo origen responde a un contexto histórico muy concreto: el reparto de esferas de influencia entre las dos potencias vencedoras de la Segunda Guerra Mundial: EEUU y Rusia. Era 1949, la pugna entre Moscú y Washington se evidenció con la división de Europa –y el océano Pacífico–, y fue contestada por la URSS con la creación de un antagonista, el Pacto de Varsovia. La clave de ambas alianzas militares, sostenidas, financiadas y armadas por ambas metrópolis, residía en el llamado Artículo 5 de la OTAN: que cualquier ataque a uno de los miembros de la alianza militar sería respondido por el conjunto de sus integrantes, a la manera del uno para todos y todos para uno de los tres mosqueteros. Pero el Muro de Berlín cayó en 1989, la URSS se desintegró en 1991 y el Pacto de Varsovia de disolvió en ese mismo año. Sin embargo, la OTAN ha sobrevivido, se ha expandido hacia el Este e, incluso, a raíz de la invasión rusa de Ucrania, Suecia y Finlandia se convirtieron en miembros, lo que significa que la OTAN tiene 1.000 kilómetros de frontera con Rusia. Y, en dos meses, desde el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la entente ha saltado por los aires. Washington está priorizando el diálogo con Moscú por encima de su histórica alianza transatlántica con Europa, hasta el punto de deslizar el presidente de EEUU que sus aliados no responderían ante una posible activación del Artículo 5 por parte de EEUU en caso de necesidad: lo que no decía Trump, quizá porque ni siquiera se haya molestado en saberlo, es que la única vez que se ha activado el artículo 5 de la OTAN fue tras el ataque de Al Qaeda a las Torres Gemelas, en 2001.

Rearme para el 'modo guerra'                                         La economía de guerra a la que durante dos años hicieron referencia los dirigentes europeos, especialmente Josep Borrell y el excomisario de Mercado Interior, Therry Breton -hoy fuera del gobierno comunitario- tiene ya forma, explica Irene Castro: medidas y planes concretos. Uno de ellos el 'plan de rearme' que presentó Ursula Von der Leyen para que los países europeos disparen en 800.000 millones de euros el gasto militar gracias a la flexibilización de las reglas de la disciplina fiscal y a créditos ventajosos. Otro es el Libro Blanco de la Defensa Europea: la hoja de ruta con la que la UE pretende desarrollar su industria de defensa, que a pesar de las inversiones multimillonarias que comporta ha estado olvidada a ojos del ejecutivo comunitario durante décadas. La intención es ganar en coordinación militar dentro del club comunitario -un reciente informe del Tribunal de Cuentas Europeo alertaba de que no se podía garantizar un despliegue rápido de los ejércitos incluso por la falta de armonización de las reglas de circulación a la hora de permitir la movilidad de los tanques-, pero sobre todo aumentar las capacidades, es decir, tener más armas y equipos. La desconexión de Trump de la seguridad de Europa ha precipitado los acontecimientos. EEUU, que ha sido el paraguas de la seguridad europea durante décadas, con las contrapartidas que ello ha supuesto, ya ha advertido a los socios europeos que se centrará en el Indopacífico por la amenaza que supone en esa región China. En la Comisión Europea mantienen, pese a esa amenaza, que la OTAN “sigue siendo la piedra angular de la defensa colectiva de sus miembros en Europa”, según figura en el Libro Blanco de la Defensa.

¿Sustituir a EEUU en la OTAN?
Las potencias militares europeas están trabajando en un plan durante los próximos cinco a diez años para sustituir a EEUU en la OTAN, según ha revelado el Financial Times (FT), que escribe que se trata de una propuesta a la administración de Donald Trump para una transferencia gradual que le permitiría centrarse más en Asia e incluiría, para convencer al presidente de EEUU, compromisos firmes para aumentar el gasto europeo en defensa y reforzar las capacidades militares.
El objetivo, según el medio británico, es elaborar un plan para trasladar la carga financiera y militar a las capitales europeas y presentarlo a Washington antes de la cumbre anual de líderes de la OTAN en junio. Entre los países que participan en las conversaciones informales están Reino Unido, Francia, Alemania y los nórdicos, informa el FT citando a cuatro representantes europeos implicados.
De acuerdo con el diario, las conversaciones son un intento de evitar el caos de una retirada unilateral de Estados Unidos de la OTAN en medio de las amenazas del presidente republicano, que ha advertido a los miembros de la alianza transatlántica de que, si no destinan los recursos comprometidos a defensa, su país no les defenderá.
Según las fuentes citadas, se necesitarían entre cinco y diez años de ese aumento del gasto para elevar las capacidades europeas a un nivel en el que pudieran reemplazar la mayoría de las competencias estadounidenses, sin incluir la disuasión nuclear.

Más gasto en defensa
La presión a la UE llega de la propia OTAN, explica Irene Castro, que pretende que Canadá y los miembros europeos aumenten en un 30% las reservas de armamento y equipos en los próximos años, según Bloomberg. Y es que una de las exigencias de Trump es superar el actual objetivo del 2% del PIB en gasto en defensa. Su apuesta es que se llegue al 5%. Ese umbral es prácticamente inalcanzable para mayoría de aliados, pero lo que está claro es que en la próxima cumbre de la OTAN se elevará el objetivo, al menos hasta el 3%.
Esa cita que se celebrará en La Haya a finales de junio será complicada para países como España, Bélgica, Italia, que están muy alejados del objetivo inicial del 2%. Sánchez se ha visto obligado a plantear una aceleración del incremento del gasto en defensa, a pesar de las complicaciones que le genera dentro de su propia coalición de gobierno.
La principal pelea que está liderando Sánchez y el resto de países del sur, como Italia o Eslovenia, es que en el cómputo del gasto en defensa se tenga en cuenta un concepto amplio que incluya partidas de seguridad como la protección de fronteras, la lucha contra el terrorismo e incluso la preparación contra las emergencias derivadas del cambio climático. “Las amenazas que tiene el sur de Europa son algo diferentes a los que tiene el este de Europa”, reiteró Sánchez en Bruselas.
Y, aunque se escuchó la queja de Sánchez y de la ultraderechista italiana Giorgia Meloni por la narrativa belicista y la Comisión Europea ha reconocido que hay distintas “sensibilidades” que les harán cambiar la comunicación hablando de 'Preparación 2030', lo cierto es que el 'modo guerra' ya no es sólo retórica.

Alternativas a la guerra y el rearme
Europa vuelve a elegir la senda de la militarización, con el argumento de que existen amenazas que obligan a posponer todo lo demás, como explica Olga Rodríguez. El plan de rearme anunciado por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, la misma que defendió las masacres contra Gaza -asegurando que Israel tenía “derecho a defenderse”- ha sido aceptado por 26 de los 27 miembros de la Unión Europea, sin apenas cuestionamiento.
El proyecto prevé un gasto militar sin precedentes, de hasta 800.000 millones de euros en cuatro años, en base a una presunta situación “excepcional”. No ha habido nunca prisa para destinar un paquete de cientos de millones de euros a educación, sanidad, cooperación o vivienda digna para todas las personas que habitan en la Unión Europea. Las prioridades son otras. No hay consenso ni mecanismos de excepcionalidad para mejorar la vida de la gente, pero sí para la militarización, es decir, para la guerra.
La vía del rearme facilita escenarios de más impunidad. Da fuelle a las empresas que contribuyen a la guerra, a la represión en las fronteras y a la extensión del control coercitivo contra población civil. No es honesto despreciar las alternativas a la escalada bélica y tachar de ingenuos a quienes la cuestionan, porque no hay mayor ingenuidad que creer que un gran aumento del gasto militar mejorará nuestro mundo y ahuyentará las amenazas.
Pensar en los pueblos es pensar en vías diferentes a la guerra. Es idear y exigir mecanismos para fortalecer la defensa del derecho internacional, de la negociación, de más derechos y libertades, de políticas más justas, de mecanismos de diálogo. Es, también, conocer cuán peligrosos son el lenguaje de las armas y la desmemoria.
Una y otra vez se repite el mismo ciclo con las guerras y una y otra vez se olvida: se necesitan semanas, meses o incluso años para que desaparezca la embriaguez belicista y asomen los hechos, los análisis sosegados y los dolorosos resultados, analiza Olga Rodríguez. Cuando llegue ese momento de nuevo nos dirán que no se podía saber, que parecía una buena idea, que no existían aún todos los datos para concluir que la apuesta por la militarización presentada como única opción no era el mejor de los caminos.

Y mientras, 50.000 asesinados en Gaza.
Mientras Europa se esfuerza en dar garantías de seguridad a Ucrania, sigue dejando vía libre a Benjamín Netanyahu en su genocidio en Gaza desatado como respuesta a los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, que causaron 1.200 muertos. La venganza israelí ya suma más de 50.000 muertos, y la última vuelta de tuerca ha sido crear la llamada Dirección de Migración, un nuevo organismo que gestionará la “transferencia voluntaria” de los residentes de la Franja de Gaza a un tercer país, según ha informado en un comunicado el Ministerio de Defensa de Israel.
Este nuevo organismo estará gestionado por el ministro de Defensa, Israel Katz, quien se encargará de “preparar y facilitar el tránsito seguro y controlado de los residentes de Gaza para su salida voluntaria a terceros países”, según afirma esta nota. Esto incluye “asegurar su movimiento, establecer una ruta de tráfico” y “coordinar la infraestructura que permita el tránsito por tierra, mar y aire a los países de destino”. A principios de febrero, el presidente estadounidense, Donald Trump, anunció su intención de tomar el control de la Franja de Gaza para reconstruirla y convertirla en la nueva “Riviera de Oriente Medio” mediante la expulsión forzosa de más de dos millones de gazatíes a países como Egipto o Jordania, que ya se han opuesto de forma radical a aceptar este tipo de medida.
De hecho, la cumbre extraordinaria de líderes de la Liga Árabe, celebrada recientemente, aprobó un plan de Egipto para la reconstrucción de Gaza por un periodo de cinco años, sin la expulsión de su población y con un coste de alrededor 53.000 millones de dólares que ya ha sido respaldado por países como Alemania y Reino Unido. 
                                 Andrés Gil

¡Ni la UNA ni la OTAN!